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Donde nos conocimos

jueves, 26 de noviembre de 2009

Amanecía aquel diecisiete del décimo mes del año. Dormía ansiosa en ese cuarto de hotel que había reservado meticulosamente unos meses atrás. Eterno recinto de un ser enamorado, probablemente encaprichado. Abrí los ojos y mis pestañas realizaron la primera danza de la jornada; reaccioné. El frío ya calaba y lo encontraba moviéndose cadenciosamente a través del camino preciso desde mis piernas hasta un punto exacto en mi cuello, ese que me hace temblar. Entonces me moví…desperté.

La lista de artilugios esperaba; el estilo hippie con mi larga falda verde -esa que resaltaba mis aparentes ojos aceitunados- una sencilla blusa blanca que pretendía protegerme de aquel clima cotidiano, aretes largos, cabello recogido y mis típicas sandalias. Todo aquello aguardando. Me miré al espejo por última vez y con la yema de los dedos acentué el matiz rojizo de mis labios, remarqué los bordes, los mojé. La incertidumbre me invadía y tú la única razón, mi razón…

Tomé las escaleras con una lenta rapidez que mis movimientos lidiaban contra la timidez que me definía. De repente y sin darme cuenta, te miré y sentí algo recorrer de punta a punta, de la cabeza a los pies y el mismo rumbo al revés. Deambulamos en tu auto, algunas cuantas calles y calzadas a pie, otros tantos jardines y fuentes de aquella bohemia ciudad. Más tarde -y aún sin saber la verdadera excusa- el embrujo de tu imagen se esfumó, para siempre y de una vez. Dos mutuas miradas indicaron el adiós y un beso cerró lo que siempre asumí existió. Bajé del carro de un paso y otros más de regreso hacia la habitación.

Esa noche, un entero desvelo anhelando otro hasta luego que nunca llegó. Después de ese plazo, nunca una despedida tan literal ocurrió, una irónica ocasión e hiriente liberación.

Donde nos conocimos dejé en estado de espera esas ganas destiladas que queman tan profundo; aquellas que la escalera cómplice de un encuentro presenció en aquel álgido otoño.

Donde nos conocimos dispuse el esfuerzo obstinado por amarte; aquel que el astro nocturno aún fielmente guarece en una tenue luz viajera y marchita.

Donde nos conocimos, definitivamente te espero…
con todo y un corazón.

GloW

El Primer Beso

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Y ahí estábamos los dos con más nervios en los labios que palabras. Con uno que otro testigo en el cielo nos mirábamos fijamente a escondidas aún estando uno frente al otro.
Cómo no sacar a relucir mi incrédula timidez si cada minuto cerca de ti incrementaba aún más mi inquietud inicial. No saber a dónde mirar con exactitud, acariciar más de un par de veces mi cabello de una forma poco inusual o hacer bailar sin ritmo mis manos, fue totalmente culpa tuya.
Pero aún sin quererlo, tú tenías que partir…créeme, era lo que menos esperaba de ti esa noche de luna llena y pasarían muchos días antes de tenerte cerquita mío nuevamente.
De repente me tomaste por el brazo y mis manos se colocaron instintivamente en tus hombros, esos hombros que enmarcaban aquella espalda que era mi delirio. Tus labios lentamente más cercanos a los míos tomando otro rumbo del que yo estaba deseando. No podía irme a la cama con esa extraña sensación de anhelo frustrado y con la inútil combinación de mi timidez con tu inerte atrevimiento. Algo tenía que hacer y un leve movimiento fue la solución a esa indeseable incertidumbre… y sin muchas más acciones, nos descubríamos delineándonos; cada forma y cada borde como si el respiro procurado por un beso no fuera suficiente queriéndolo volver eterno...solo así, tal vez así perduraría en el viento, en la memoria...
GloW